He aquí mis gustos, así como mis opiniones sobre diversos temas. Cuantas más personas participen de los mismos, mayor razón de ser hallará este espacio. Cuento con vuestra colaboración, pues.
Había olvidado las cosas simples como decir hola y sonreír mirar a través de las vidrieras y buscar golondrinas de verano, tomar los parques de la mano y vestirme de muselina blanca así transparente como el aire. Había olvidado el olor de la mañana, el chocolate y su espuma del cielo de colores y ese empezar el día con alas y canciones. Vuelvo a sentir la tentación de mirar a los hombres descubrir que tienen pasos largos una barba con sueños, que pueden inventarnos palabras como arrullos y ser una luz placentera entre los poros. Vuelvo a encontrar esa dulce pereza de entretener el ocio con gaviotas, un castillo que trepe hasta mi alma y ese violín detenido en una nota larga, vibrante, elástica, como una piel enamorada. Quiero el agua del grifo, verla correr, dejar que dance su humedad en mis manos, el olor del jabón y esa espuma que hace globitos y me tienta a imaginar planetas transparentes con hombrecitos pequeñas de orejas largas y pupilas moradas. La noche es una cama con almidón de sueños y un amor vertical que me acompaña.
Àlex y yo llegamos con sobrada antelación a la sala Bikini. Nos situamos en primera fila, al pie del escenario. Asistimos entonces a una prueba de sonido que, ciertamente, se prolongó en demasía: un roadie se esforzaba en poner a punto la guitarra; empero, los Marshall's proyectaban un sonido roto, carente de cuerpo. Convine con mi amigo en que difícilmente un profesional se iba a aventurar a ofrecer un concierto bajo semejantes condiciones acústicas. Al cabo de unos instantes, el citado técnico desapareció entre bastidores, acaso un tanto frustrado. Acto seguido, languideció la iluminación del recinto; una añeja Fender Stratocaster desgranó un torrente de escalas y arpegios menores; un pasaje con sabor neoclásico de inequívoca procedencia. Mi acompañante y yo nos estremecimos, presos de una emoción indescriptible que desbordó nuestro caudal sanguíneo: por obra y gracia de las manos de un superdotado, dicho instrumento cobró, repentinamente, una dimensión sonora completamente distinta. Posteriormente, un teclado dio paso al rocoso riff de Rising Force, desatando el clamor de la concurrencia. El resto forma parte de mi propia historia.
Gracias, Yngwie, por tu saludable chulería. Y gracias a ti, my Fucking Brother Alexander, por regalarme 15 años de maravillosa amistad. "The lightning strikes cracking the night, i'm not the same anymore!".
Amarse a uno mismo es amar a los demás; amar a los demás es amarse a uno mismo. El amor demanda ambas actitudes. Ineludiblemente. No concibo diferencia alguna, pues, entre mí y cualquier otro ser humano.
Aviso para residentes en Barcelona. Desde el pasado 26 de mayo y hasta el próximo 6 de septiembre tenéis la oportunidad de ver una exposición de lo más interesante, amén de harto singular: Quinquis dels 80 (quinquis de los 80), la cual se exhibe en el CCCB, o séase, el Centro de cultura contemporánea de Barcelona. Dicha muestra, comisariada por Amanda y Mery Cuesta, aborda las figuras de diversos delincuentes juveniles que cobraron gran popularidad al inicio de la década de los 80. Así, se rememoran, entre otros, a los desaparecidos Juan José Moreno Cuenca (1961-2003), alias “El Vaquilla”, Ángel Fernández Franco (1960-1991), apodado asimismo “El Torete”, José Luis Fernández Eguia (1965-1988), a su vez conocido como “El Pirri”, o José Luis Manzano (1963-1992). Sobre el grado de notoriedad que alcanzaron los mismos baste decir que cineastas como José Antonio de la Loma o Eloy de la Iglesia llegaron a contar con su concurso para la realización de filmes que estaban basados, parcial o totalmente, en sus propias vivencias: las dos entregas de Perros callejeros (1977 y 1979), Los últimos golpes de El Torete (1980), Navajeros (fechada en el mismo año que la anterior), Colegas (1982), ambas partes de El pico (1983 y 1984) y Yo, El Vaquilla (1985). Cabe sumar igualmente los trabajos de otros directores: Chocolate (Gil Carretero, 1980), Barcelona Sur (Jordi Cadena, 1981), El regreso de los perros callejeros (Gilberto Gazcón, 1981), Los violadores del amanecer (Ignacio F. Iquino, 1978)… A título de curiosidad señalaré que, mediado el decenio, de la Loma llevó a cabo una suerte de variante femenina de su exitosa Perros callejeros, que fue bautizada con el explícito e inequívoco título de Perras callejeras, si bien la tentativa se saldó con resultados más bien discretos. Buena parte de la exposición se apoya en tal material cinematográfico, así como en un notable aporte biográfico, documental, fotográfico y hemerotérico. Nos hallamos, en suma, ante una insólita propuesta que no merece pasar desapercibida.
No sé. Sólo me llega, en el venero de tus ojos, la lóbrega noticia de dios; sólo en tus labios, la caricia de un mundo en mies, de un celestial granero. ¿Eres limpio cristal, o ventisquero
destructor? No, no sé... De esta delicia,
yo sólo sé su cósmica avaricia,
el sideral latir con que te quiero.
yo no sé si eres muerte o eres vida,
si toco rosa en ti, si toco estrella,
si llamo a Dios o a ti cuando te llamo.
Junco en el agua o sorda piedra herida,
sólo sé que la tarde es ancha y bella,
sólo sé que soy hombre y que te amo. Ciencia de amor, Dámaso Alonso
Cuando llegues a amar, si no has amado, sabrás que en este mundo es el dolor más grande y más profundo ser a un tiempo feliz y desgraciado. Corolario: el amor es un abismo de luz y sombra, poesía y prosa, y en donde se hace la más cara cosa que es reír y llorar a un tiempo mismo.
Lo peor, lo más terrible, es que vivir sin él es imposible.