
Grandísimo Eugenio. Te quedo inmensamente agradecido. Caigo ahora en la cuenta de que no reías nunca porque, generoso como pocos, nos regalaste todas tus risas a nosotros. Te fuiste para quedarte por siempre jamás. Tuve el inmenso privilegio de verte en la barcelonesa sala Luz de Gas, en compañía de mi amigo-hermano Àlex; ambos disfrutamos enormemente de tu actuación. Poco después, falleciste de un ataque al corazón.
Si allá arriba hay un cielo, allí estarás tú, despertando las risotadas de todos aquéllos que levaron anclas y partieron mar adentro (“El saben aquel que diu…”). Y descansando en paz junto a tu primera esposa, Conchita Alcaide, quien te fuera prematuramente arrebatada por un cáncer.
Lo dicho: Gracias, Genio. Te quiero.
2 comentarios:
A mí este hombre siempre me hizo reir. Y lo que más desataba en mí la carcajada era aquella manía suya por no hacer mueca alguna cuando terminaba el chiste. Si yo hubiera sido él, me habría muerto de la risa de mí mismo.
Gracias por recordarle, Jordi.
Gracias a ti, Víctor. Nuestro país ha dado extraordinarios humoristas, quienes, lamentablemente, no han disfrutado de la consideración merecida.
Un abrazo de 620 Kms.
Publicar un comentario