martes, 4 de agosto de 2009

¡QUÉ HORROR!

Lunes por la mañana. Metro de Barcelona. Viajo a bordo de un tren de la línea 1. Me hallo de pie, habida cuenta de que todos los asientos permanecen ocupados. Me dirijo a la estación de Sagrera, donde tengo previsto trasbordar. No me encuentro bien: desde hace un rato me asalta un persistente mareo. Transcurren unos minutos. A medida que el ferrocarril se aproxima a la parada en la que debo apearme, crece mi malestar: un sudor frío empapa mi rostro, al tiempo que mi visión se emborrona; mi cabeza voltea sin cesar, cual si acabase de bajar de una atracción giratoria; temo vomitar de un momento a otro, acaso sobre alguno de los pasajeros que atestan el convoy -¡menudo espectáculo!-; a resultas de un considerable esfuerzo, logro dar media vuelta y encararme a una de las puertas del vagón; tras ello, me encomiendo a Dios.

Sagrera. La máquina se detiene lentamente. Tanteo el botón de apertura de la puerta, pulso éste y…

Al parecer, me he desplomado sobre el andén, inconsciente. Afortunadamente, he caído de rodillas: apenas si una leve contusión en una de las mismas; podía haber sido mucho peor, pues. Un hombre de mediana edad me ha ayudado a levantarme. Aturdido, le he dado las gracias y me he sentado en un banco. Mediados unos instantes, una ligera mejoría me ha permitido incorporarme y llegar a casa.

¡Qué horror!

3 comentarios:

Angelina dijo...

Te comprendo.
Espero que te encuentres mejor.

Saluts!!!

The Fisher King dijo...

Gracias, guapa. El problema radica en que mi tensión arterial es baja (10-6, e incluso he estado a 9-5).

Un abrazo veraniego.

Ricard dijo...

Será la tensión, pero de todos modos yo creo que Barcelona es una ciudad demasiado densa y masificada, y eso, aunque lo vendan como un síntoma de buena economía, en realidad nos pone de mal humor y nos degrada como personas. Nada más hay que pensar que las ciudadas mejor valoradas del mundo en cuanto a calidad de vida se refiere son poco densas aunque tengan mucha población. Por algo será. Para mí, el gran problema de Barcelona: demasiada gente y pocos servicios (ah!, y lo del demasiada gente no lo digo en tono racista, ya que si se tratara de gente catalana también diría lo mismo).