viernes, 28 de noviembre de 2008

PEQUEÑOS OJOS DEL SUR

Querida Cocinera del Kilómetro 1075:

Pues sí, fui a ver Appaloosa. Me gustan los westerns. Desde siempre. Cuando era niño (aún más de lo que soy ahora) aguardaba con anhelo la llegada del Carnaval. Me encantaba disfrazarme. Recuerdo haberme disfrazado de Drácula, de Spiderman (mi superhéroe favorito), de Superman (¿recuerdas la maravillosa película protagonizada por el malogrado Christopher Reeve?) y, por lo menos en un par de ocasiones, de vaquero. Mi atuendo se ajustaba escrupulosamente a los modos y usos del Lejano Oeste. Botas camperas, pantalón tejano, camisa de cuadros oscura y chaleco de piel. No faltaban, por descontado, los consabidos complementos: una cartuchera, dos revólveres, una suerte de espuelas de plástico que apenas si me duraron una tarde, un fular negro, un sombrero y -¡cómo no!- una estrella de sheriff. Vestido de tal guisa salía yo a la calle dispuesto a batirme en duelo con algún pistolero llegado de otro barrio o en pos de socorrer a una dama en apuros. Las calles de mi vecindario devenían entonces las polvorientas vías de la ciudad de Dallas. Asimismo, pasé incontables horas en mi habitación jugando con mi Fort Grand Comansi, mediando entre cowboys e indios. En cierta ocasión mi madre me preguntó: “¿Qué quieres ser cuando seas mayor?”. No supe qué contestarle. Hasta que un buen día me planté frente a ella y le dije, con toda determinación y seriedad: “Cuando sea mayor, quiero ser indio”. El cine jugó también un papel fundamental en mi formación westerniana. En aquel tiempo no sabía quiénes eran Howard Hawks, John Wayne, Dean Martin, Ricky Nelson, Walter Brennan y la hermosa Angie Dickinson. Pero cuando vi Rio Bravo (por la tele y en blanco y negro, figúrate tú) supe por vez primera de unos hombres, paisajes y costumbres fascinantes.

Appaloosa es una buena película. “Clásica” en sus formas y en la resolución de los conflictos que plantea; heterodoxa en el tratamiento de sus personajes. Unos personajes, en apariencia tópicos, que paulatinamente se van revelando más complejos. No pocas contradicciones afloran en ellos. Se nota, además, que Ed Harris conoce perfectamente el género cinematográfico que transita: la disposición de los intérpretes en el encuadre, la planificación y la dirección de actores no ofrecen lugar dudas. Ve a verla, mi niña. Te gustará. Todo cuanto esperas hallar en una del Oeste, lo encontrarás en Appaloosa: terratenientes asesinos, pistoleros a sueldo, forajidos, persecuciones, tiroteos, duelos, prostitutas, salones, ranchos, áridas llanuras, montañas escarpadas, ríos, trenes, indios… Y los minúsculos ojos de Renée Zellweger, que me recuerdan a los tuyos. Sobre todo cuando sonríe. Aunque –es cierto lo que me comentabas- tú seas mucho más guapa que ella. Y, con perdón de la expresión, infinitamente menos puta que su Allison French.

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