martes, 2 de diciembre de 2008

ECO

Una amiga mía, asistente social de profesión, me hace saber de un chaval de catorce años que ha sufrido abusos sexuales. Por si ello fuese poco, el muchacho, quien lleva tres meses sin salir a la calle, afirma quererse morir. Mi amiga (una profesional como la copa de un pino) no sabe cómo afrontar dicha situación.

¿Quién puede causar tales daños a un niño? –me pregunto-. ¿Acaso otro niño con cuerpo y facciones adultos igualmente maltratado en su día?

Por más estéril que resulte, el amasijo de limitaciones que me conforma no puede sino intentar racionalizar lo irracional.

No hay comentarios: