lunes, 29 de diciembre de 2008

LA CUESTIÓN

Contesté a tu SMS por simple educación. No me apetecía demasiado hacerlo. Empero, mis padres me enseñaron a comportarme de manera medianamente educada. Sabe Dios que te deseo todo bien posible; aunque, de ser sincero, cuanto más lejos estés de mí, mejor. No te lo tomes como algo personal; tan sólo es una mera cuestión de supervivencia. ¿Sabes? Llegué a venerarte, a rezarte cual santa, a creer en ti a pie juntillas. Seguro estaba yo de que no habían en la faz de la Tierra ojos más hermosos que los tuyos. Aquellos ojitos oblicuos de niña traviesa. Terminé sobreviviéndote en el abrazo amigo de otras mujeres. De ellas aprendí que, pese a mis incontables defectos y maldades, tengo derecho a pedirle a la vida alguien que me convenga un poco más que tú, que no alguien mejor. Te dejo, pues, con tu desdén y tu insobornable odio hacia ti misma. Cuenta conmigo en caso de verdadera necesidad. Por descontado. Pero no esperes más, porque ya no me restan más fuerzas. Cuídate, peque. Sé feliz. Te lo mereces.